La Revolución Francesa (1789 – 1799) es considerado como el evento que marcó la entrada a un nuevo período histórico, el de la Edad contemporánea. Francia estaba a finales del siglo XVIII, como la mayor parte de Europa, gobernada por una monarquía absolutista.
En una sociedad con estructuras típicamente del antiguo régimen, como la francesa, aún existía el viejo sistema de origen medieval de división estamental de la sociedad y económicamente la estructura de la propiedad de la tierra era de tipo feudal.
En una sociedad dividida entre clases privilegiadas y no privilegiadas y con una fuerte crisis de subsistencias, se produjeron una serie de revueltas que condujeron al derribo del sistema del Antiguo Régimen y de la vieja monarquía borbónica absolutista.
Artículos en curso de preparación:
La crisis de la monarquía francesa del Antiguo Régimen
Francia del siglo XVIII estaba regida por una monarquía absolutista en la que el rey reinaba con el consejo de sus ministros. Los monarcas de este siglo fueron Luis XIV, Luis XV y Luis XVI.
Los Estados Generales de 1789 y la conversión en Asamblea Nacional
La Revolución Francesa comenzó con la convocatoria de Estados Generales, la asamblea de los tres estamentos. Los Estados Generales de 1789 se transformaron en Asamblea Nacional Constituyente, que convirtió al país en una monarquía constitucional y parlamentaria.
La Monarquía Constitucional y la Asamblea Legislativa (1791-1792)
La Francia, surgida de la Constitución de 1791, apostaba por una monarquía constitucional que limitaba los poderes del rey y en la que la soberanía estaba en manos de la Asamblea Legislativa elegida por sufragio censatario.