Tras la experiencia del primer proceso democratizador que vivió España durante el período del Sexenio Democrático (1868-1874), las clases conservadoras, siempre contrarias a cualquier apertura del sistema a las clases populares, se reorganizaron como grupo de poder. Contaban con la colaboración del ejército, clave en el restablecimiento monárquico de 1874 y posteriormente durante todo el período de la Restauración borbónica en Cataluña (1874-1931).
Después de la experiencia del primer proceso democratizador que vivió España en el siglo XIX bajo el período conocido como Sexenio Democrático (1868-1874), las clases conservadoras, siempre contrarias a cualquier apertura del sistema político a las clases populares, se reorganizaron para preparar su retorno al poder.
La aristocracia y la burguesía conservadora, una vez caída la Primera República en 1874, empezaron a organizar la vuelta de la monarquía borbónica. Además contaban con la colaboración del ejército, favorable al restablecimiento del "orden". También era favorable la Iglesia. Aristocracia, ejército e Iglesia eran los pilares en los que se asentó el nuevo régimen político de la Restauración monárquica entre 1874 y el 1931 (en sus últimos años en forma de dictadura militar).
La restauración de la monarquía, en la figura del hijo de Isabel II, Alfonso XII en 1874, fue el inicio de la etapa conocida como de la Restauración Borbónica. Cuando a partir de 1875 se pudo poner fin a la inestabilidad política, la recuperación económica fue a más. El ejército, que tenía abiertos importantes frentes de batalla, entre 1875 y 1878 acabó con la Tercera Guerra Carlista y la primera guerra de independencia de Cuba (1878).
Para la economía catalana el periodo comprendido entre los años 1876 y 1880 fueron óptimos (sobre todo para el textil y los aguardientes). Este período de expansión económica, que duró 15 años, se conoce como los de la Fiebre de oro y acabaron generando una fuerte burbuja especulativa. En 1882 esta burbuja de especulación reventó por un crack iniciado en París que provocó una primera frenada a la prosperidad económica en Cataluña.
Un segundo elemento negativo para la economía catalana fue la llegada de un insecto, parásito de la vid, la filoxera, en las últimas décadas del siglo XIX. Comarcas enteras que vivían de la viña vieron como la epidemia mataba todas sus cepas.
La idea de celebrar en Barcelona el año 1888 una Exposición Universal no fue síntoma de prosperidad en los negocios, sino de la necesidad de inventar algo para atraer visitantes de fuera a la ciudad y recuperar la vitalidad económica de la región.
La mejora de la economía catalana fue posible gracias a los intercambios comerciales con las colonias de ultramar. España, en la segunda mitad del siglo XIX, solo conservaba las colonias de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. El dinamismo económico de Cuba sirvió a la industria textil catalana para remontar la crisis de los años 1880. En 1891 el gobierno español dictó un nuevo arancel para Cuba que hacía casi imposible la entrada de productos no españoles en la isla caribeña. La actitud política de la burguesía catalana era de un patriotismo español fervoroso.
En 1886 se iniciaba un nuevo contexto económico de expansión que llegó hasta 1898. Durante este periodo la burguesía catalana globalmente estuvo satisfecha con la política española. En 1876 se había abierto una fase de paz social impuesta a través de la represión, el orden público y la ilegalización de sindicatos. Pero la satisfacción de la burguesía catalana tenía unos límites. Para algunos sectores más abiertos y liberales de la burguesía era indudable que el sistema de la Restauración no era su régimen político ideal. Además eran conscientes que ellos no eran el grupo más influyente en la toma de decisiones del Gobierno. El grupo social que tenía la influencia real sobre el poder era la oligarquía castellana y andaluza.
Durante el Sexenio Democrático la burguesía catalana había apoyado el nuevo régimen porque era más favorable a sus exigencias, poniéndose al lado del General Prim y la monarquía de los Saboya. Pero la monarquía parlamentaria del Sexenio Democrático era demasiado avanzada para las clases dominantes de fuera de Cataluña.
Escarmentados por la breve experiencia de la Primera República (que solo duró apenas 1 año, de 1873 a 1874) la burguesía catalana aceptó como mal menor el regreso de los Borbones. Fue una apuesta pragmática.
El alfonsismo de la burguesía fue de conveniencia y así se manifestó una vez se consolidó el régimen de la Restauración. La burguesía catalana, después de retirar su apoyo a los políticos del Sexenio y apoyar los nuevos partidos de la Restauración, se replegó y se atrincheró en sus negocios. Durante este período hubo una falta absoluta de ministros catalanes en los gobiernos de finales del XIX. La burguesía se instaló en la idea de que la política se hacía en Madrid y que ellos hacían únicamente dinero. Hubo una actitud general de inhibición política.
Entre los años 1876 y 1878 se configuró en Cataluña las dos secciones de los partidos dinásticos de la Restauración: el Partido Conservador y el Partido Liberal.
El grupo dirigente de los conservadores catalanes giraban en torno a Manuel Girona (fundador del primer banco privado de España en 1844, el Banco de Barcelona), Josep Ferrer y Vidal (industrial), Manuel Durán y Bas (catedrático y rector de la Universidad de Barcelona) y Joan Mañé y Flaquer (periodista).
Los liberales contaban con Francisco de Paula Rius y Taulet (abogado), Evarist Arnús (banquero) y los industriales Alfons Sala, Carlos y Bartolomé Godó. Los hermanos Godó crearon en 1881 el diario La Vanguardia como portavoz oficial de los liberales en Cataluña, hasta el 1887, que rompieron relaciones y pasó a ser el diario de los conservadores.
Conservadores y liberales no eran partidos políticos nacidos para representar los intereses generales del país, sino de unas determinadas clases sociales (la aristocracia y la burguesía conservadora). Habían sido dos partidos creados desde arriba con el único objetivo de repartirse el poder.
Conservadores y Liberales se fueron alternando en el poder (sistema del turno pacífico) durante toda la Restauración. Mediante la división de España en distritos electorales pequeños, era muy fácil manipular los resultados electorales. Además, cada pueblo contaba con su cacique local, encargado de realizar el fraude. En las grandes ciudades el sistema de la falsificación electoral se basaba en el control de los ayuntamientos y los censos electorales. Sistemáticamente, los electores que morían no eran borrados del censo (y, por lo tanto, votaban).
En 1899 el alcalde de Barcelona Bartomeu Robert descubrió 27.000 electores ficticios y 40.000 ciudadanos que no aparecían en el censo. Las tasas de abstención en la ciudad eran del 70-80-90%.
Antes de la Restauración, en Cataluña el republicanismo había sido hegemónico en las zonas urbanas y el carlismo continuaba teniendo una fuerza considerable en el mundo rural. Republicanos y carlistas tenían una importante base social.
En un primer momento, el régimen de la Restauración ilegalizó a los partidos republicanos y carlistas. A principios de los años 1880 se permitió de nuevo la participación electoral de republicanos y carlistas. Los carlistas contaban desde 1876 con el diario portavoz "El correo catalán".
El republicanismo catalán seguía teniendo gran predicamento, pero no existía ninguna fuerza política republicana consistente.
El republicanismo después de la Primera República quedóm dividido en tres familias:
Los republicanos federales se mantuvieron en la defensa de la fracasada República federal. Sufrieron un proceso de anquilosamiento. Algunos federalistas, como Valentí Almirall dieron el salto al catalanismo.
A mediados de 1880 Almirall se convirtió en el primer ideólogo del catalanismo. El federalismo fue perdiendo apoyos con el paso del tiempo.
Los republicanos progresistas optaron por la vía del pronunciamiento militar para intentar derribar, sin éxito, la monarquía (su máximo representante era Ruiz Zorrilla).
Por su parte los republicanos posibilistas (Emilio Castelar) creyeron que valía la pena explotar las posibilidades que presentaba el sistema monárquico.
En general los republicanos se mostraban nostálgicos de la Primera República y constataron que el régimen monárquico era invencible. La vida orgánica de los republicanos consistió en una media docena de centros republicanos (pisos donde si hacían reuniones periódicas).
El movimiento obrero se había convertido en un fenómeno de masas durante el Sexenio. Un obrerismo que, en Barcelona, se había decantado por los postulados ideológicos de Bakunin (anarcosindicalismo de tipo colectivista). En 1872 se fundó la sección española de la AIT. Pero en 1874 la Restauración la ilegalizó junto con el resto de sindicatos.
No fue hasta el Gobierno liberal de Sagasta de 1881 que se abrió una fase de tolerancia. Se pudo reconstruir la AIT ahora bajo el nombre de FTRE de la AIT con presencia en Cataluña y Andalucía. El rápido crecimiento de la FTRE alarmó las autoridades. Entre los años 1883 y 1884 se reprimió duramente el movimiento obrero bajo el pretexto de la lucha contra una organización anarquista secreta llamada "La Mano Negra" en Andalucía.
La FTRE fue liquidada en 1888. Entre 1888 y 1900 el panorama del movimiento obrero fue bastante singular. Durante veinte años no hubo una organización sindical en Cataluña con cara y ojos. ¿El anarquismo desapareció? No. Los conceptos más básicos del anarquismo quedaron vivos en las clases populares (conceptos como la solidaridad, el rechazo al Estado....).
Los principales representantes del anarquismo en Cataluña en estos años fueron: José Prat, Joan Montseny (Federico Urales) y Teresa Mañé, entre otros.
Entre los días 23 y el 25 de agosto de 1888 se celebró en Barcelona el I Congreso del Partido Socialista Obrero Español, con todo un equipo de gente que llegado desde Madrid, refundaron de forma pública el PSOE (había sido creado en Madrid en 1879) y crearon la Unión General de Trabajadores. El marxismo no tuvo en este período mucho éxito en Cataluña. Volvieron a Madrid pronto, pero la sede de UGT restó en Barcelona hasta 1899. Aunque en 1890 encontramos una gran debilidad sindical en Cataluña.
En toda Europa el movimiento obrero planteaba la lucha por la jornada de 8 horas. En Cataluña surgió una pequeña minoría de anarquistas que se decantó por la práctica de la propaganda por el hecho. Entre 1891-92 se producirán acciones violentas.
A finales del siglo XIX se produjo la aparición en Barcelona del anarquismo terrorista. En 1893 el anarquista Paulí Pallàs intentó asesinar al Capitán General de Cataluña, Arsenio Martínez Campos. Pallàs fue condenado a muerte. Santiago Salvador, para vengar la muerte de Pallàs, hizo explotar una bomba en el Liceo que provocó 20 muertos entre los burgueses que se encontraban en la platea del teatro. En 1896 estalló una bomba en la calle de Cambios Nuevos. La autoría del atentado todavía es un misterio. La bomba estalló durante el paso de la procesión del Corpus, lo que comportó que muchos de los muertos fueran trabajadores. Seguramente fue autoría de un provocador.
Estas acciones desataron una dura represión. El Gobierno procedió a realizar un proceso contra todo anarquista o sindicalista que se encontrara en Barcelona, en lo que se conoce como los Procesos de Montjuïc, un auténtico escándalo a escala internacional. Acabó con cinco condenas de muerte.
El movimiento libertario quedó arrasado como mínimo hasta 1907 mientras que el socialismo en Cataluña era muy marginal. Una de las últimas acciones anarquistas fue el asesinato del Presidente del Gobierno, Cánovas del Castillo en 1897, a manos de Michele Angiolillo.
En 1885 se produjo una importante crisis financiera. El Gobierno tenía la intención de firmar un tratado de libre comercio con Gran Bretaña que se veía como una amenaza para la industria catalana. Además el proyecto del gobierno central de liquidar el Derecho Civil Catalán acabó por provocar un fuerte sentimiento de rechazo hacía el gobierno. Estos eventos hicieron que un grupo de intelectuales y empresarios de Barcelona hicieran remitir un mensaje al rey Alfonso XII en 1885, conocido como "Memorial de Greuges" (agravios) redactado por Valentí Almirall.
La unión coyuntural alrededor de Almirall se rompió pronto. La iniciativa de este incipiente catalanismo se le escapó a Almirall. El movimiento pasó a estar dirigido por un nueva generación de jóvenes de procedencia católica integrista. En 1887 se produce una escisión en el seno del Centre Català de Almirall y se crearon dos plataformas:
En 1891 el pequeño mundo de los núcleos catalanistas del país se federaron en la Unió Catalanista, que como órgano de difusión creó "La Renaixensa".
A partir de entonces se inició un proceso de maduración doctrinal dentro del catalanismo cultural (aún no era político). Los personajes claves fueron: el obispo de Vic Josep Torras y Bages y Prat de la Riba, que escribió la obra "Compendio del catalanismo".
En 1895 se presentó el documento conocido como las Bases de Manresa, paso importante en el desarrollo programático del catalanismo. Las Bases eran un compendio programático de carácter autonomista y tradicionalista. Se reivindicaba una autonomía amplia para Cataluña en el marco de una monarquía federal. Era una vuelta al modelo anterior de 1714. Durante muchos años fue el programa máximo del catalanismo.
Este catalanismo conservador empezó a salir a la calle y ensayar la práctica de la movilización política y social. En 1888 con la Exposición Universal de Barcelona presentaron un mensaje a la Reina Regente donde se reivindicaba para Cataluña el modelo político anterior de 1714.
En 1886 tuvo lugar la primera conmemoración en forma de funeral del 11 de septiembre. En 1885 Ángel Guimerà había llegado a la presidencia del Ateneu Barcelonès pronunciando por primera vez un discurso en catalán, con su célebre frase final: «Vergonya eterna á aquells que, despreciant son idioma, alaban lo dels altres» (en español: verguenza eterna a aquellos que, despreciando su idioma, alaban el de los demás).
Otra acción fue en 1897 cuando se envió un mensaje al rey de Grecia.
Se había forjado a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX un sentimiento de catalanidad (mantenimiento a la adhesión a la lengua, entendida como existencia de un movimiento elaborado de diferenciación a los castellanos).
Y entre los sectores populares había un profundo sentimiento antiestatal, de hostilidad al sistema de la Restauración, por ser considerado contrarios a los intereses de los trabajadores.
El catalanismo político estaba formado en 1897 por una pequeña minoría de entre 2.000 y 3.000 personas, hombres de carrera, con peso de intelectuales miembros de la Unió Catalanista. Estos catalanistas habían sido capaces de inventar una tradición: habían codificado y mitificado una serie de figuras del pasado catalán y la habían organizado como el arsenal simbólico de Cataluña. El catalanismo como doctrina fue un producto de laboratorio. Todas las tradiciones son inventadas.
Antes de 1898 el catalanismo ya era una cultura política. Pero para convertirse en un movimiento político le faltaba la adhesión activa de una parte de la sociedad catalana. Esto de momento no pasó, porque la burguesía se había desinteresado del catalanismo.
En 1898, a raíz de la pérdida de las últimas colonias, fue el momento en que la burguesía reaccionó y cambió de chip. Se planteó la conveniencia de crear una plataforma política propia y se añadieron al catalanismo, que ya existía.
En 1891 se aprobó un nuevo arancel para Cuba, que era un mercado cautivo para la industria catalana. Pero en octubre de 1898 se perdió la Guerra de Independencia de Cuba. El impacto real de la pérdida de las colonias fue mucho más menor del esperado. Bajo este impacto fue cuando la burguesía catalana se empezó a plantear su papel político en Madrid y decidió dotarse de una plataforma política estable.
Después de 1898 la burguesía se vio obligada a abandonar su inhibición política. En una primera fase la burguesía optó por la vía política autoritaria, representada en el general Polavieja. Este general se presentó a la burguesía catalana con un discurso alternativo de regeneración del turno dinástico y una cierta descentralización del Estado. En noviembre de 1898 se creó la "Junta Regional de Adhesiones al programa del General Polavieja", donde participó la cúpula de la patronal barcelonesa Fomento Nacional del Trabajo.
Mientras tanto en la Unió Catalanista se produjo una división entre:
En marzo de 1899 el régimen se abrió a las demandas de Polavieja en el gobierno dirigido por Silvela, con participación de Polavieja y Manuel Duran y Bas. Este gobierno no fue capaz de llevar a cabo las promesas renovadoras. La reforma más importante la realizó el Ministro de Hacienda Fernández Villaverde. La reforma aumentaba las contribuciones industriales (afectaba a los tenderos y los industriales) y buscaba un aumento de la recaudación fiscal que fue mal recibido en Cataluña.
La reforma fiscal de Villaverde se encontró con el rechazo de la burguesía catalana que en otoño de 1899 llevó a cabo una huelga fiscal, conocida como "el tancament de caixes", Cierre de cajas.
A consecuencia de ello se creó la Unió Regionalista, antigua Junta Regional de Adhesiones al programa del General Polavieja. La Unió Regionalista era un núcleo burgués plenamente consciente de que necesitaba un programa político. Todo lo que necesitaba la Unió Regionalista era lo que el catalanismo había fabricado en los últimos 12 años. Por su parte los catalanistas del Centre Nacional Català necesitaban el apoyo de un sector social importante, que era lo que sí tenía la Unió Regionalista. Por eso estos dos núcleos crearon en 1901 la Liga Regionalista.