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La nueva configuración del mundo después de la Primera guerra Mundial fue decidida por las potencias aliadas. Terminada la guerra se produjeron varios acontecimientos que tuvieron gran relevancia para la Europa de entreguerras.
Elliot Fernández
Es licenciado en Historia por la Universidad Autónoma de Barcelona (2009) y Master en Historia del Mundo por la Universidad Pompeu Fabra (2011).
20/06/2019 | Última actualización: 26/06/2022
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La nueva configuración del mundo después del final de la Primera guerra Mundial fue decidida por las potencias aliadas durante la Conferencia de Paz de París de 1919. Todo lo que allí se decidió marcó la Europa de la posguerra. Pero a pesar de las intenciones de los impulsores de los tratados, el fin de la guerra no supuso el comienzo de un período de paz.
La guerra provocó el estallido de varios acontecimientos que tuvieron gran relevancia para la Europa de entreguerras: la Revolución rusa de noviembre de 1917, la Revolución de noviembre de 1918 en Alemania, la Revolución húngara de marzo de 1919, la Guerra de Independencia turca (1919-23) y la llegada del fascismo al poder en Italia en 1922.
Estos sucesos no hicieron sino confirmar el fracaso de la pretendida intención de instaurar un periodo de paz y estabilidad después de la “Gran Guerra”, aunque la creación de la Sociedad de las Naciones iba encaminada a evitar el estallido de nuevos conflictos.
El Segundo Imperio Alemán (en noviembre de 1918 se convirtió en la República de Weimar) fue derrotado en la primera guerra mundial y fue obligado a ceder el 13% de su territorio, buena parte del cual correspondía a la Prusia Occidental. Esto equivalía a perder el 10% de su población total. Y perdía el 15% de su capacidad productiva, equivalente a la pérdida del 48% de la producción del hierro y el 24% del plomo.
Además, el Tratado de Versalles le imponía la pérdida del 90% de su flota mercante, el 100% del cableado submarino y todas sus colonias.
Los territorios perdidos por Alemania fueron:
A todo esto se deben sumar las pérdidas territoriales en el oeste, donde se tenía que crear un cinturón de seguridad con Rusia. Así, en el oeste Alemania perdió:
Alemania veía rota su unidad territorial. Para ir a la Prusia oriental se tenía que pasar por Polonia. Considerando que Alemania era la responsable de la guerra, se le impuso una reducción drástica de su ejército, a solo 100.000 individuos. Sería un ejército de intervención interna. Se le prohibió organizar un estado mayor y se le ordenó la disolución de las escuelas militares.
Alemania no podía tener ni un solo avión de combate. La marina de guerra quedó limitada a la defensa de las costas.
Austria-Hungría desapareció del mapa. El Tratado de Versalles impuso la disolución del Imperio y la creación de una pequeña Austria, limitada tan solo a los territorios de habla germana, de 80.000 km², con 6 millones de habitantes y Viena como capital. El primer gobierno austríaco aseguró que este estado no era viable y planteó la unión con Alemania, opción prohibida por Francia.
Hungría quedó para la población magiar, pero perdió la Transilvania (de población húngara) a favor de Rumanía. Eran 90.000 km² de territorio y 8 millones de habitantes.
Los territorios que dependían anteriormente de Austria y Hungría se constituyeron como nuevos estados y otros territorios se repartieron entre los estados a existentes:
El Tratado de Londres de 1915 era un pacto secreto por el que Italia entraba en la guerra al lado de las potencias aliadas. Inicialmente, Italia estaba aliada a las potencias centrales: Austria y Alemania. En función de este tratado, ahora Italia debía declarar la guerra a Austria.
En función de este pacto secreto, Italia debía recibir las siguientes anexiones territoriales una vez terminada la guerra:
A la hora de la verdad, acabada la guerra, en el Tratado de Versalles se negaron la mayoría de territorios reclamados por Italia. Solo se le asignaron los territorios del Sur-Tirol y el Friuli-Venezia Giulia. Esto supuso una victoria mutilada y la sensación que Italia pasó de vencedora a vencida. Los italianos rechazaron el Tratado de Versalles.
En septiembre de 1919, Gabriele D’Annunzio (poeta italiano y nacionalista) ocupó el Fiume y lanzó un ultimátum al gobierno italiano para anexionarse este territorio. El gobierno italiano no apoyó D’Annunzio y tuvo que retirarse llegándose al Tratado de Rapallo de 1920, donde se declaró el Fiume territorio libre en manos de la Sociedad de las Naciones. A cambio, Italia rechazaba anexionarse Albania. Italia tampoco se vio recompensada en la cuestión colonial.
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